Opil odia el pescado. Su madre, en un intento desesperado para que deje de engullir comida basura, le sirve un plato especial: el pez de los deseos. Pero él ya no cree en cuentos de hadas y se lo toma a broma: "ojalá vengan unos mutantes extraterrestres y se lleven todo el pescado del planeta". A la mañana siguiente las tropas del malvado Saturón, llegan con sus naves a la tierra para succionar todos los océanos y su pescado, crear el caos y dejar al mundo al borde de la destrucción. Opil es llevado delante de los maestros guardianes de los deseos, que gestionan todo lo relativo al pez mágico de los deseos y estos le harán enfrentarse a las consecuencias de semejante deseo absurdo.